lunes, 31 de octubre de 2011

INSURRECCIÓN DE VARIOS NEGROS EN CURIEPE (1795)

CON SOBRADA OSADÍA LOS NEGROS DE CURIEPE IRRESPETARON EL ORDEN ESTABLECIDO EN 1795

      Para el año de la insurrección de José Leonardo Chirinos en la serranía de Coro, un grupo de negros libres haría lo propio en el valle de Curiepe. En los días 4 y 5 de abril de 1795 realizaron actos de insubordinación durante la procesión el Santísimo Sacramento en la mañana del domingo de Pascua de aquel año.
      El implicado más sobresaliente fue el brigadier Pedro Cristóbal, junto con los oficiales de la milicia urbana, Nicolás Castro, francisco Pablo Cañaverales, Pedro Antonio Rengifo, Juan Ignacio castro, Juan Crisóstomo Xelser, Santiago y Felipe Rodríguez, este último sargento retirado de la Artillería de La Guaira. Todos ellos impidieron la participación de los blancos y dueños de haciendas en dicha procesión protagonizando importantes actos de rebeldía. Para mayor ofensa a su condición de amos estos insurgentes orientales tomaron las varas de Palio de aquella ceremonia y se las llevaron apenas concluyó el acto litúrgico.
       Quienes declararon en contra de Pedro Cristóbal y el grupo de insubordinados manifestaron que estos negros libres habían cometido aquellas acciones “con sobrada osadía”. Además, “trataban entre sí alguna cosa grave”, demostrando de aquella manera estar resueltos a impedir la participación de los blancos en la ceremonia. Por tal motivo, el temor a que éstos y otros negros de las zonas aledañas se sumaran a otros actos de rebeldía, se convirtió en una constante preocupación por parte de las autoridades coloniales a fines del siglo XVIII en Venezuela.
       En consecuencia, el poder español, a fin de reducir toda acción insurgente, no escatimó esfuerzo para reportar y prevenir cualquier posible insurrección. Al respecto, se le recomendó l fiscal del caso lo siguiente: “Deben observar los procedimientos de los esclavos negros u otros cuales quiera personas que puedan ocasionar cuidado y recelo […] prevengan con destreza los daños que pueden  resultar contra la quietud y sosiego público, en las actuales circunstancias es tomar necesario porque el mal ejemplo que se ha extendido de las colonias vecinas, y las seducciones malignas de algunos negros libres condecorados con los uniformes de las milicias urbanas han hecho manifestar en las serranías inmediatas a la ciudad de Coro el espíritu de insurrección y odio a las personas blancas y dueños de haciendas con muerte de algunos y daño o destrucción de varias de ellas […] y cuando se advierten indicios graves y fundados que la gente de color quebrado y castas mixtas por ha crecido y muy superior número aspira con ansia a las del igualdad con los blancos en honores, trajes y vestidos.
       Es obvio que el miedo estaba infundado. La insurrección de negros que se gestó en la ciudad de Coro y los movimientos que se daban en la isla de Haití fueron evidencias de lo que podía pasar si el poder español no tomaba las riendas de los sectores dominados. Por otro lado, la gran cantidad de haciendas cacaoteras que existían en el valle de Curiepe provocaba que se expandiera el miedo entre los “grandes cacaos” que se mantenían a la expectativa ante cualquier arremetida por parte de los esclavizados, que eran constantemente maltratados y explotados.
       Su preocupación ante tal hecho era tan evidente que, en la sumaría información realizada se expuso lo siguiente: “Aunque el valle de Curiepe situado a la parte de Barlovento de esta capital dista muchas leguas de la ciudad de Coro, su situación no es menos peligrosa e importante por los crecidos bosques, montañas y serranías que lo rodean: por hallarse en ellas y sus valles circunvecinos las mas pingues haciendas de cacao con que se sostiene esta Provincia y por no haber en esta útil parte de ellas ciudad, villa, ni pueblo de numeroso vecindario blanco, o de indos, que infunda respeto en las ocurrencias que puedan ofrecerse”.
       La estrategia implementada para persuadir a los negros de la población fue imponerles el respeto a los blancos y demás autoridades coloniales a través de castigos que dejaran claro su subordinación y sumisión. Con esta premisa, el fiscal procedió a arrestar a los principales cabecillas de la revuelta, solicitándoles confesión, y dictándoles un castigo que sirviera para aplacar, según sus palabras: “Alguna conmoción en las gentes de esta clase y no se dé el menor motivo a que vuelvan a suscitarse los graves recelos que han dado causa a muchas fuerzas de los principales empleados”.
      Se ordenó a su vez la prohibición de porte de armas, sables y espadas por parte de los implicados y demás negros libres de la región y se les hizo responsable de cualquier movimiento que se suscitara en contra de las autoridades del pueblo. Finalmente, el 22 de Julio de 1795 se ordenó la vigilancia “con el mayor cuidado y atención” de la conducta de los ocho implicados en el caso, así como de su comunicación con los demás esclavizados y “otras gentes de color” del poblado de Curiepe y zonas aledañas.
      Este grupo de negros, como muchos otros hombres y mujeres de los sectores menos privilegiados, se convirtieron para ese momento en la representación del peligro inminente, no sólo para el “honor” y riqueza de la clase dominante, sino para el orden establecido, pues, los aires de la revolución popular se sumaban a los factores que impulsaban el cambio del sistema colonial.

FUENTE: ARCHIVO DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA, SECCIÓN INDEPENDENCIA, TOMO 4124, EXPEDIENTE 1, FOLIOS 01 – 22. “Sumaria instruida por el Teniente Justicia Mayor contra los negros Pedro Brigadier y socios por recelos de insurrección contra los blancos, y oposición a que estos llevaren las varas de palio la mañana del Domingo de Pascua de Resurrección de este año [1795]”.
EILEEN BOLIVAR (Licenciada en Historia, egresada de la UCV, Cursante de la Maestría en Comunicación Social de la UCV, Investigadora del Centro Nacional de Historia y Coordinadora de Investigaciones en dicha institución) en Memorias de la insurgencia, Colección Bicentenario, Serie Independencia y Revolución, Caracas, 2011, pp. 618
Recopilación de: Adrián Monasterios. Cronista Oficial del Municipio Bolivariano de Brión.

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