miércoles, 6 de abril de 2011

LOS ENCANTOS, ELEMENTOS DEL AGUA




       Los Encantos, esos seres que habitan en las aguas, tienen origen celestial, según la tradición del pueblo. Sucedió que una vez salió Dios de la Patria Celestial dejando en su lugar mientras duraba su ausencia, a Luz Bella, el Ángel favorito. Al regresar el Señor, díjole a Luz Bella, Ángel que estaba sentado en el lugar correspondiente al Rey de los cielos: “Levántate Luz Bella, que vengo muy cansado”. Pero Luz bella, lejos de atender al mandato de su Dios y Señor, contestó: “Yo estoy muy bien sentado”. Por segunda y tercera vez repitió Dios su mandato, obteniendo siempre la misma contesta. Entonces Dios, enojado con el Ángel favorito por su desobediencia, lo maldijo. Y en vez de Luz Bella, lo llamó Satán.
       Desde ese momento existió lo que se llama Diablo. También lo que se llama Infierno. El Señor, pues arrojó a Satán a las profundidades del Infierno. Pero Satán en su precipitada huída, llevóse consigo miles de ángeles, amenazando con desmembrar la Corte Celestial. En viendo todo esto San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia Celestial, díjole a Dios. “Señor, que se queda la Corte sin ángeles” Fue entonces cuando dijo el Señor: “Sursum Corda”. Cuando Dios habló, cesó de inmediato el éxodo de los ángeles. Al decir de las divinas palabras, los ángeles que se precipitaron con Satán en el Infierno se convirtieron en Diablos. Los que se quedaron en el aire, se transformaron en Espíritus Errantes o sin Rumbo. Y los que cayeron en las aguas, se convirtieron en los seres que hoy conocemos con el nombre de Encantos o Gentiles.
      Cuando un Encanto roba un niño o niña, éstos se convierten en Encantados. Una vez llegados al Encantamiento, les quitan el bautizo sentándolos encima de una gran serpiente, la Serpiente Encantada. Cuando un pequeño es raptado, son sus padrinos los llamados a procurar  su libertad. Al parecer las dos cosas primordiales en los Encantos son el tabaco y el aguardiente, utilizado ambos por cazadores y pescadores en sus menesteres. Pero no toman propiamente el líquido, sino que aspiran el espíritu, dejando el residuo. La sal no es utilizada por estos habitantes de las aguas porque ellos perdieron la gracia bautismal. Estos seres no pueden oír música alguna, ello les causa el llorar al recordar la música celestial y se retiran.
       En épocas anteriores fue Barlovento un centro privilegiado de Encantos o Gentiles, los que todavía subsisten. En algunos casos tal vez se deba a que en la región existan algunas porciones de agua que antes eran Encantamientos, tales como la Laguna de Campo, de La Reina y de la Loma del Viento. También los ríos eran una verdadera concentración de estos habitantes del mundo de las aguas.
      En Barlovento, siguiendo un rito tradicional, todo el mundo se baña el día de San Juan, ya sea en río, laguna o quebrada. Pero anteriormente  - durante los días Jueves y Viernes Santo – nadie osaba bañarse, pues se corría el albur de volverse Pescado o Encanto, como les sucedió el Pez Nicolás y La Sirena, famosos Elementales del Agua. Siendo los Encantos habitantes de un mundo debajo de las aguas, sienten pasiones hacia los seres terrenales. Puede suceder que los humanos, hombre o mujer, acepten el amor de los seres del agua. En este caso es extraordinaria la protección de éstos para aquellos. Cabe anotar una pregunta: ¿Podrá ser real el connubio entre los humanos y los Gentiles? Quién sabe. Pero es indudable que existe una mágica corriente de amor. No es imposible que una gentil divinidad acuática se prende de un hombre terrenal y lo seduzca llevándoselo a su mundo del a gua. Muchos ha n oído el cántico seductor de la Sirena o Ninfa del Río, invitándolos al posible romance:
Pescador, pescador,
Vino y se va, en aguas adentro,
Sirena, Sirena,
Vení, vení,
Vení conmigo…
       Sin embargo, no se ha dado el caso todavía de que algún humano, haciendo uso de mágicos entendimientos para atraer al Encanto, haya procurado la unión con éstos: son ellos quienes siempre la procuran. Una hebra de pelo que el del agua le dé al de la tierra, significa un motivo de suerte.
FUENTE: Fernando Madriz Galindo
Una Visión de Barlovento, LosTeques, Gobierno del Edo. Miranda, Ediciones Casa de la Cultura, pp. 60, 1969.
Recopilación: Adrián Monasterios. Cronista Oficial del Municipio bolivariano de  Brión.


JUAN PABLO Y LOS ENCANTOS
      En una ocasión iba Juan Pablo aguas arriba del río Curiepe. Al llegar al Castillito, un gran pozo de agua de profundas aguas, asiento de Encantamiento, vio dos Doncellas Encantadas que a flor de agua caminaban hacia la playa. Juan Paulo, a sabiendas ya de quienes eran aquéllas que con tanta facilidad caminaban por sobre las ondas, y recordando el mito de la hebra de pelo de los Encantos, se las ingenió para arrancar una a las desprevenidas Doncellas. Pero al tratar de hacerlo, éstas dieron un tremendo leco que se oyó a muchas leguas de allí y desaparecieron en un gran torbellino de agua…

ÉL Y EL AMOR CON UNA ENCANTADA
      Los otros se alejaban en bulliciosos grupos, pero “él” se iba solo y desaparecía como por encanto. Entonces un amigo resolvió convertirse en la sombra de “él” para descubrir la razón que tenía aquél para no dejarse acompañar cuando iba en correrías de pesca. El lugar tenía en sus contornos una quebrada caudalosa. Y tenía también una hermosa laguna de agua dulce. Por tales sitios desaparece el misterioso “él”, cosa que el  otro quiso descubrir. Un día, al ver que “él tomaba hacia la quebrada, lo siguió. Caminaron un tiempo, hasta dar con un remanso. Entonces vio que “él” se zumbaba al agua. Mientras se bañaba, una gran cantidad de peces saltaban a su alrededor…Después  de bañarse largamente allí, “él” siguió hacia la laguna. El amigo seguidor le perdió el rastro. Y transcurrió dilatado tiempo para éste traspasar el espeso bosque de palmas y carrizos y llegara la nutrida vegetación de plantas acuáticas. Lo que vio allí fue la sorpresa de su vida: el verde follaje que se miraba en las aguas de la laguna, era lecho propicio al temor del privilegiado “él” con una Encantada…

FUENTE: Fernando Madriz Galindo
Una Visión de Barlovento, Los Teques, Gobierno del Edo. Miranda, Ediciones Casa de la Cultura, pp. 60, 1969.
Recopilación: Adrián Monasterios. Cronista Oficial del Municipio Bolivariano de Brión.


ISAAC Y LOS ENCANTOS
      Isaac era conocido como el consentido de los Encantos, con los cuales tenía relaciones que denotaban su convivencia con ellos. Ciertamente así debía ser, ya que siempre le sucedían “párrafos” con los “Encantos” que a cualquier otro hubieran sorprendido o encaprichado, pero para él eran cosas muy naturales. Su primer “párrafo” le sucedió cuando un día, estando pescando, surge ante él una Encantada que sin darle lugar a nada le dice:
-      Te vendrás conmigo, Isaac…
El sorprendido pescador, aunque gratamente impresionado por aquel primor que tenía ante su vista, contestó con firmeza:
-      No me iré contigo.
Por segunda vez dijo la Doncella del Agua:
-      Te vendrás conmigo, Isaac…
A lo cual respondió éste:
-      Pues no me iré contigo. Yo “me voy a ir”, pero es para mi casa.
-      Está bien  –dijo la Gentil. Tú te irás, pero “te irás sin sombra”.
Y diciendo esto desapareció en las aguas, Isaac comentó para sí aquel capricho de la Encantada, sin darle más importancia. Pero lo impresionó aquello de “te irás sin sombra”. Y al llegar a su casa ya el hombre no era el mismo. Sin comprenderlo, sintió la imperiosa necesidad de volver a ver la Encantada. Regresó al lugar y allí estaba ella, esperándole. Los acontecimientos posteriores dieron a entender que Isaac sucumbió ante el avasallaje de la Sirena Encantada y que por su manera de vivir “casi-casi” se había convertido en Encanto…

ISIDORO Y LOS ENCANTOS
       En las vegas cercanas a la Laguna de Campo, vivía Isidoro, implacable cazador que era el terror de los montes. De él se decía que era hombre “faculto” y que la noche la volvía día. Y que tenía la piedra del zamuro, el talismán infalible para la cacería. Lo cierto era que el hombre arrasaba con cuanto animal encontrara, no por la tanta necesidad, sino más bien por su afán destructor. Cierto día andaba cazando cuando observó el pisado de una manada de chácharos. “Por donde pasa chácharo no queda culebra”, pensó para sí Isidoro. Y sin pensarlo mucho se metió en la espesura de la floresta, tratando de seguir el rastro dejado por los chácharos. Al dar en un claro vio unas huellas que le parecieron extrañas. Se inclinó para observarlas y pudo comprobar que eran de gentiles. Se dice que los pies de éstos son completamente planos e invertidos, de manera que marcan huellas contrarias al caminar. Isidoro no aró en mientes y siguió adelante en la persecución de los chácharos, sin importarle que los Encantos se interpusieran en su camino. Encolerizado iba a ver que no logra darles alcance, cuando oyó un grito que repercutió en toda la montaña:
-      ANIMALES DEL  MONTE  ESCONDANSE…   QUE POR AHÍ VIENE EL MALA ENTRAÑA DE ISIDORO…
Isidoro dio a correr como poseído para su casa, encomendándose a todos los santos y haciendo juramento de nunca más volver a cazar…


EUSEBIO Y LOS ENCANTOS

      Eusebio era un arriesgado cazador a quien llamaban el Solitario, porque nunca buscaba compañero para salir. Audazmente en sus correrías, se adentraba íngrimo y solo en las montañas. No respetaba ningún día Eusebio para salir: todos les parecían iguales, ya fuesen de precepto o de guardar. Una vez iba el solitario cazador por las montañas del Arenal. Era día de Corpus, pero nuestro cazador no sentía temor ninguno. Sólo que la caza estaba “pícara”, es decir, escasa. Ya era el mediodía  y no había matado ni un simple pájaro. Haber practicado todas las mañas habidas y por haber para quela cacería saliera del monte, no dio ningún resultado. Ya eran las cinco de la tarde y Eusebio no había cogido pero “ni nada”. Viendo que ya la hora era avanzada resolvió regresar. Su sorpresa fue grande cuando al levantarse de  la piedra en que estaba sentado, divisó en una pequeña colina un gran venado que parecía había parado allí de propósito. Hábil tirador como era, Eusebio se llevó el arma arriba, apuntó y ya iba a disparar cuando –ante su sorpresa- oye que dice el venado:

-      ¡Qué montaña tan sola…!
En esto se presenta otro venado que juntándose al primero dice:
-      No está tan sola. Allí está Eusebio con su tercerola…

Entonces Eusebio el Solitario, acometido de terror, ha huido en tremenda carrera y llevándose la montaña de pecho, cayendo privado al llegar a La Cruz de Osma, donde ha vuelto en sí con los primeros auxilios que le han prestado. Desde entonces nunca más volvió Eusebio a la montaña…

EDUARDO ANTONIO Y LOS ENCANTOS

       Eduardo Antonio era de mala para con los  Encantos. Como cazador, sus compañeros eludían salir con él, alegando que con Eduardo Antonio “no se iba a ninguna parte”. Jamás logró matar  una pieza de un solo disparo y el animal se iba siempre herido. Muchas eran las veces que lo sorprendía la Oración en plena montaña, llegando al pueblo a la prima noche. De tal suerte que el menguado cazador se la pasaba siempre perdido. Cierta vez se perdió Eduardo Antonio en las inmediaciones de la Laguna de La Loma del viento. Al principio no se alarmó, pues ya estaba acostumbrado a perderse. Pero era transcurrida y ya empezaba a inquietarse. En esta ocasión los Encantos se estaban extralimitando con el infortunado cazador, que vagaba de aquí para allá, en aquel lío de Lianas, perdido en aquel mundo verde. Caminando a la desesperada llegó a las orillas de la Laguna. Inconsciente de todo iba, cuando da con un viejo de blancas barbas acompañado de dos niñas “blanquísimas y bellísimas”. A la vista de ellos, asustóse mucho Eduardo Antonio. Y hubiera dado a correr si sus condiciones físicas se lo hubieran permitido, ya que estaba totalmente acobardado. Creyó morirse cuando el viejo de blancas barbas, dirigiéndose a él le dijo:
-      Eduardo Antonio, ¿hasta cuando me tienes curando animales heridos?
Y sin esperar ninguna respuesta le indicó un camino imaginario:
-      Te puedes ir…
Eduardo Antonio echó a andar, pero por mucho que fuera el miedo que sintiera, no pudo evitar mirar  hacia atrás, justo el tiempo para ver cuando el viejo y las dos niñas “blanquísimas y bellísimas” se sumergían en las profundas aguas de la Laguna de la Loma del Viento…
FUENTE: FERNANDO MADRIZ GALINDEZ
Una Visión de Barlovento, Los Teques, Gobierno del Edo. Miranda, Ediciones Casa de la Cultura, pp. 60, 1969
Recopilación: Adrián Monasterios. Cronista Oficial del Municipio Bolivariano de Brión.

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