lunes, 31 de octubre de 2011

RESEÑA HISTÓRICA DE CURIEPE


JUAN DEL ROSARIO BLANCO, FUNDADOR DE CURIEPE
      

      No se sabe con exactitud la fecha de nacimiento del negro Juan del Rosario Blanco, fundador de Curiepe.
      Probablemente nació entre 1680 y 1690, pues el 22 de agosto de 1711, el gobernador de Cañas y Merino le confirió el título de capitán de la Compañía de Morenos Libres de Caracas, que era parte del ejército colonial, y este cargo exigía una cierta mayoría de edad.
       Juan del Rosario nació siendo esclavo de una poderosa familia mantuana caraqueña: los Blanco de Villegas, de quienes recibió el apellido, como era costumbre.
      Algunos historiadores creen que era hijo natural de un miembro de esta familia. Tal vez de don Juan, o más seguro de don Alejandro, sobre todo por la agresividad y los celos manifestados por su viuda doña Catalina de Blanco Villegas  contra Juan del Rosario.
      Se desconoce cuándo adquiere su condición de negro libre, pero debió ser en su juventud. En adelante, Juan del Rosario aprovechó su habilidad para leer y escribir, y su liderazgo natural, para convencer a los negros libres de dirigir, en 1715, un memorial al rey de España solicitando permiso para fundar un pueblo.
       En su petición hablan de los servicios militares prestados en la Compañía Miliciana de Morenos Libres, batallón que tendría, para ese entonces, más de 85 años de existencia. Contaban entre sus hazañas la defensa que, 30 años antes, en tiempos del gobernador Alberro, hicieron del puerto de La Guaira frente a piratas enemigos.
      También se refieren en su carta a los negros prófugos de Curazao, puestos libres por Reales Provisiones de 1704 y 1711, de los cuales 16 fueron mandados a servir en la mencionada Compañía Miliciana.
      Señalaban además que desde el valle de Chuspa hasta cabo Codera y la ensenada de Higuerote, había 10 leguas de playa virgen y despoblados, que eran base y refugio de piratas.
      En su escrito advierten que tierra adentro, desde Higuerote, existía una región solitaria llamada Sabana de Oro, por donde podían penetrar los enemigos y dirigirse hacia Caracas.
      Por esta razón, escribían destacando la conveniencia de poblar esas tierras para protegerlas de la entrada de piratas ingleses, holandeses y franceses que abundaban por aquellas costas, misión para la cual los negros libres se ofrecen.
       En realidad se refieren a las tierras de Curiepe, pero se cuidaron de no mencionarlas, porque sabían que los Blanco de Villegas también querían apoderarse de ese sitio.
       Esto era un claro ardid: pedir un lugar para poblar otro contiguo, cercano.
      Esa petición de Juan del Rosario y su gente generó la oposición inmediata del Cabildo de Caracas y su gente, detrás de la cual se encuentran los poderosos Blanco de Villegas, quienes veían amenazado su interés de ampliar la extensión de sus tierras en los alrededores de Curiepe, sitio que deliberadamente los negros evitan nombrar.

SE FUNDA CURIEPE EN 1721

       Es Junio de 1721.La noticia se expande en la Compañía de Morenos Libres de Caracas. Juan del Rosario Blanco, su capitán, la difunde entre sus compañeros: ¡El Gobernador Álvarez de Abreu nos otorgó el permiso de exploración de las tierras de Sabana de Oro, para fundar el pueblo!...
       Al instante, el alférez Juan Luis Nieto, el sargento Sebastián de Fuenmayor, los cabos de Escuadra Antonio Francisco de la Vega y Pedro de Santa Rosa, entre otros negros, organizan el viaje a la región.
     Han transcurrido 6 años desde aquel memorial de 1715, dirigido al rey de España, con el que iniciaron su larga por tener un espacio para formar un pueblo.
     Todo ese tiempo Juan del Rosario Blanco lo dedicó a realizar contacto con muchos negros libres, cimarrones dispersos por los montes y negros fugitivos de curazao, con la idea de convencerlos de su proyecto poblacional.
       Este fue un trabajo audaz  y de mucha tenacidad. Juan del Rosario mostró gran habilidad, ganando el respaldo de sus compañeros y convenciendo con sus cartas a las autoridades coloniales.
      La licencia concedida por el gobernador no daba en realidad un permiso de fundación de un pueblo, sino para explorar las tierras de Sabana del Oro, que eran anegadizas, pantanosas.
      Esto era conocido por esos valientes negros. Pero lo mantuvieron oculto y se cuidaron de mencionar entre sus peticiones el fértil valle de Curiepe, su verdadero objetivo. Así trataban de evitar que los mantuanos caraqueños, que reclamaban la propiedad sobre esas tierras, se enteraran de sus planes.
       Fue entonces cuando, en la víspera del día de San Juan de 1721, algunos miembros de la expedición deciden quedarse en Curiepe para desmontar la selva y preparar las siembras. Mientras, Juan del Rosario se dirige a Caracas a fin de informar sobre los resultados de la exploración.
       La estancia en aquellos parajes no resulta fácil. Se asientan en el mejor lugar después de derribar un inmenso árbol de mamón y construyen una casa de cuatro cuartos que les sirve de protección contra los tigres y las culebras que los acechan.
       Pasando algún tiempo se cuentan 16 casas, organizadas en dos calles con las cuales el pueblo comienza a tomar forma. También se observan varias siembras de yuca y plátanos para la subsistencia, en tanto preparan la tierra para sembrar cacao.
      Se da así un paso muy importante para establecer un pueblo de negros libres:
       ¡El pueblo de Nuestra Señora de Altagracia y San José de la Nueva Sevilla de Curiepe, Cabo Codera, Sabana de Oro y la Ensenada de Higuerote!

LOS TERRATENIENTES DESTRUYEN EL PUEBLO

       La fundación de nuestro pueblo no es bien vista por los terratenientes caraqueños, en especial por don Alejandro Blanco de Villegas y su cuñado don Francisco de Monasterios. Ni por algunas de las autoridades coloniales, como el gobernador Portales Meneses.
      Don Alejandro, antiguo amo de Juan del Rosario Blanco cuando éste era su esclavo, reclama la propiedad de las tierras de Curiepe.
      Los Blanco y los Monasterios tienen haciendas de cacao en la región, pero sus títulos de composición sobre esas tierras señalan linderos muy imprecisos. Por  ello no se puede afirmar que, en efecto, sean propietarios de todo el valle de Curiepe hasta cabo de Codera.
       Sin embargo, el mentado gobernador Portales Meneses da la orden, el 24 de Septiembre de 1722, de demoler el pueblo de Curiepe y trasladar sus habitantes a Caracas. Este mandato se cumple el 26 de octubre por el corregidor de Guarenas, Pedro Alonso Gil, quien en compañía de un grupo de hombres armados asalta y quema la población.
      Ninguno de los negros libres abandona aquellos parajes, a pesar de la violencia de los terratenientes. Se quedan en los alrededores, por los montes cercanos, en espera de una mejor oportunidad para recuperar el sitio de Curiepe.
       Al enterarse de lo sucedido, Juan del Rosario defiende su obra desde Caracas. El 9 de noviembre de1722 se dirige al gobernador Portales Meneses y le solicita la reconsideración de su medida de destruir el pueblo.
       En su petición plantea que se estudie la utilidad y conveniencia de la población. También pide que se tomen en cuenta los costos  y gastos hechos por los morenos libres para poblar Curiepe. Por último, señala que no están prohibidas las fundaciones de pueblos en las costas contiguas al mar.
      En su petición plantea que se estudie la utilidad y conveniencia de la población. También pide que se tomen en cuenta los costos y gastos hechos por los morenos libres para poblar Curiepe. Por último, señala que no están prohibidas las fundaciones de pueblos en las costas contiguas al mar.
       Los terratenientes siguen viendo graves inconvenientes, que van en perjuicio de sus intereses económicos. Responden por intermedio del procurador general de Caracas, don Pedro Domingo de Ponte Jaspe de Montenegro, quien produce un largo y confuso documento, que extiende aún más el conflicto.
      Juan del Rosario se queja de agravio y apela ante la Real Audiencia de Santo Domingo, por medio del procurador Francisco Hidalgo. Éste denuncia los excesos del gobernador, señalando que se había prestado a las intrigas e intereses de los poderosos mantuanos de Caracas.
      El resultado de esta gestión de protesta es un éxito: el 9 de marzo de 1726, la Real Audiencia de Santo Domingo emite una real provisión ordenando la permanencia del pueblo.

LOS ENEMIGOS DEL PUEBLO
DOÑA CATALINA INSISTE EN ADUEÑARSE DEL PUEBLO
       Doña Catalina Martínez de Blanco Villegas, viuda de don Alejandro, es la más dura y fiera enemiga oligarca de los negros libres de Curiepe.
       Tiempo atrás, el 2 de junio de1724, doña Catalina había solicitado ante los alcaldes gobernadores la expulsión por la fuerza de todos los negros pobladores de Curiepe, cuyas tierras ella reclama como de su propiedad.
       Como no logra su propósito, insiste con otra petición y presiona a los alcaldes, que fungían de gobernadores provisionales de la colonia venezolana.
      Ante la insistencia, los alcaldes, en 1725, toman una medida relativa contra Juan del Rosario, al quitarle el cargo que éste tenía como capitán de la Compañía de Morenos Libres, para perjudicarlo por su acción poblacional en Curiepe.
      Esta destitución la protestó Juan del Rosario, al quitarle el cargo que éste tenía como capitán de la Compañía de Morenos Libres, para perjudicarlo por su acción poblacional en Curiepe.
       Además, el 9 de maro de 1726, la Real Audiencia de Santo Domingo emite una real provisión que favorece la permanencia del pueblo. Ésta responde a su petición de 1722, cuando se dirigió a ese organismo, por medio del procurador Hidalgo, para protestar la destrucción de su pueblo ordenada por el gobernador Meneses a instancias de los mantuanos en ese mismo año.
      Ese procedimiento oficial da nuevos ánimos a aquellos perseverantes negros, pese a todos los esfuerzos entorpecedores de los mantuanos oligarcas en su contra.
      Pero la insidia y las conspiraciones siguen.
      El 16 de septiembre de 1731, el rey de España acoge un fallo del Consejo de Indias a favor de los Blanco de Villegas.
       A través de una real cédula de esa fecha, llegada a caracas a principio de1732, se orden expulsar a los negros libres de Curiepe.
      Esta real cédula no determina los linderos de las tierras de Curiepe otorgados a los oligarcas Blanco de Villegas, cuestión rápidamente corregida a solicitud de doña Catalina.
      De este modo, se pone en evidencia la influencia y el poder de esa familia terrateniente y el aprovechamiento obtenido por su alta posición social, para derrotar a los valientes negros libres de Curiepe.
Casi inmediatamente, el gobernador don Martín de Lardizábal decidió sacar con violencia a los negros de Curiepe. Por éstos, como en ocasiones anteriores, se mantuvieron por los alrededores y organizaron en seguida su protesta.

LOS NEGROS LIBRES SE DEFIENDEN

       La real cédula de 1731 no decía nada sobre las bienhechurías: conucos, casas, haciendas, iglesia, etc. Los negros de Curiepe reclaman al Gobernador el pago de estas pertinencias.
       A tal efecto, Lardizábal se ve obligado a levantar un censo e inventario de esos bienes que debían ser pagados por Doña Catalina y sus familiares.
       Como el valor de esas propiedades resulta considerablemente alto, los Blanco de Villegas evaden su responsabilidad legal de pagarlos.
      Por esta razón, el Gobernador restituye a aquellos negros, una vez más, Curiepe.
       Pero el asunto no es olvidado por Doña Catalina y sus hijos don Miguel y don Manuel Antonio y vuelven a dirigirse al rey.
       De esta gestión resulta la real cédula de 1742, ratificando la propiedad de los Blanco de Villegas sobre el valle de Curiepe.
       Esta nueva orden omite referirse a las propiedades de los negros, lo que produce un nuevo reclamo de estos pobladores.
       Años más adelante, don Miguel Blanco y Martínez de Villegas extiende su hacienda de cacao en Curiepe y como  si esto fuera poco invade las haciendas de los negros el pueblo.     
       Afortunadamente, el negro libre José Miguel de Soto, a la sazón capitán de la Compañía de Morenos Libres, como lo fuera en el pasado Juan del Rosario Blanco, fundador de Curiepe, le impide seguir con sus planes y se opone a sus desmanes, bajo pena de multarlo con 200 pesos.
       El 21 de febrero de 1752, doña Catalina continúa sus reclamos, diciendo que “por reales cédulas de 1731 y de 1742 el valle de Curiepe me pertenece”.
      Por eso pretende pagar sólo las bienhechurías de algunos negros, a saber las de: Agustín Mejía, Juan Santiago, Francisco Gurula, Juan Antonio, Juan Andrés, Felipe Mondongo, Gerónimo García, José de Soto, Juan Miguel, Juan Nicolás, Juan Madriz, Pedro Fortuna, Felipe Ilaraza, Juan Marcos, Domingo Clemente, José Ramos y Pedro Mosquera, e ignorar la cancelación de los demás pobladores.
       Su aspiración le es concedida por las autoridades, aunque ordenaron el inventario de los bienes de todos los negros libres de Curiepe, quienes lo habían reclamado, en 1745, dirigidos por el esposo de la hija de Juan del Rosario, el capitán Juan Marcos Marín, pero una nueva orden leda la razón a la terrateniente.
      Doña Catalina no ve hacerse realidad ese éxito momentáneo, pues en 1756, mientras el asunto todavía sigue su curso legal, sus 85 años de vida ya son demasiado para ella y le llegó la muerte.

LOS HIJOS DE DOÑA CATALINA Y DON ALEJANDRO VENDEN CURIEPE Y LOS CURIEPEROS VAN A MADRID

      Pero las cosas no terminaron ahí. Los 10 hijos de Don Alejandro y doña Catalina continuaron, en 1758, los reclamos de sus padres sobre las tierras de Curiepe.
       La historia parece volver a repetirse, pues los negros insisten –dirigidos por Juan Mateo Jaspe- en que al no habérseles cancelado sus propiedades, sus derechos sobre las tierras estaban vigentes, cosa que tampoco hicieron los hijos.
       Aprovechándose de la propiedad que le otorgaran algunas autoridades sobre Curiepe, los Blanco Martínez de Villegas proceden a vender a otras personas, en 1762, las porciones de tierra del valle de Curiepe ocupada y trabajada por los negros libres. Esta medida agresiva de los terratenientes produce una excepcional y desesperada respuesta de parte de los curieperos a acudir a la Corte  yendo directamente a la ciudad de Madrid, en España.
      Para la realización de ese viaje a lugar tan lejano los negros escogen a dos excelentes representantes. Uno de ellos es el capitán del pueblo, José Antonio Colmenares, considerado un hombre despierto, inteligente y audaz. El otro es uno de los ancianos del pueblo, el negro Juan Pedro Barrios, quien mejor representa la tradición y la sabiduría del pueblo.
      En la reparación de ese temerario viaje participan todos los miembros de la comunidad de Curiepe. En un valorable esfuerzo del trabajo colectivo, hacen una recolecta entre ellos y consiguen dinero prestado para sufragar los gastos.
      Emprenden el quimérico y aparentemente absurdo viaje sufriendo todas las penurias posibles. Aquellos inigualables hombres se embarcan en La guaira a principios del año 1763 rumbo a España, con tan mala suerte que en la travesía hacia la Península, una nave inglesa los apresó y les robó el poco dinero que cargaban.
      Pero no todo les fue mal, a pesar del trabajo que pasan, más pudo el empeño que pusieron y la buena fe de José Antonio Colmenares y Juan Pedro Barrios en su pueblo.
       Levan consigo una carta de recomendación de un negro de Caracas dirigida al negro Joaquín Guadalupe, quien trabaja como sirviente en la casa de un duque español, por medio del cual se ponen en contacto con el procurador de la Corte de España, doctor Marco Antonio Pico, quien les ayuda.
       Por medio de este señor Pico y el duque se entrevistan con el rey de España, quien escuchó sus reclamos y ordenó a través de una real cédula, del 26 de Julio de 1763, que se les reconociera a los negros libres fundadores de Curiepe la posesión de las tierras y el pago de sus pertenencias.
       Esos buenos hombres, Colmenares y el viejo Barrios, verdaderos héroes populares el pueblo de Curiepe, una vez que cumplen con la función encomendada por sus hermanos, emprenden el regreso a Venezuela, portando la real cedula donde se obliga a los Blanco Martínez de Villegas a pagar todos los bienes, que con tanto sudor habían logrado esos  negros libres.
      Ya para finales del dicho año 1763, Colmenares y el viejo barrios han regresado y presentan la real cédula al gobernador de entonces don José Solano y Bote.
      Y fueron recibidos con mucha alegría y alborozo por los moradores del pueblo, quienes les hacen una gran fiesta al repique de tambores. 

AUMENTAN  LOS PROBLEMAS CON OTROS TERRATENIENTES

       Se impone entonces la necesidad de reponer a los negros libres afectados, el valor de los bienes despojados por los terratenientes adquiridos a los Blanco Martínez de Villegas.
        Entre estos compradores está el doctor don Francisco de Tovar, quien se posesionó de las parcelas de los herederos de la negra maría Ana Mejías y las tierras de Juan Mateo Jaspe.
      Don Juan Antonio sea adueñado  de la tierra ya rozada por el negro libre Benito Pagano y la de Domingo Atencio, además de la tierra ya talada por la morena Juana maría Mexicano.
       También el terrateniente don José Muro ha perjudicado a los negros Isidro Liendo, Raimundo Blanco, Santana Jaspe, José Camacho, Francisco José de la Mata y Felipe Otalva, quitándoles las tierras trabajadas por ellos.
      Otro gran despojo fue el practicado por don Feliciano Sojo al apoderarse de las tierras cultivadas de cacao y plátano pertenecientes a Juan Miguel Carías, José Rafael Soto, Marcelo Custodio, Juan Félix Cardona, Juan Pedro González, Pedro Juan Chopa, María Bernarda Salgado y a Francisco Rosalio Silva, todos ellos negros libres moradores de Curiepe.
       Por cierto, con este don Feliciano Sojo los curieperos tendrán, en esos años, innumerables problemas, por ser un terrateniente sin escrúpulos a la hora de agredir.
       A pesar de los indecibles trabajos y gestiones hechas por los negros libres por garantizarse una tierra para vivir, las penurias continuaron, pues se siguen negando a pagarles el costo de sus propiedades.
        Pero continuaron luchando por el derecho a la vida, sobre todo contra el mentado don Feliciano, a través de juicios interminables. Éste, como sus antecesores, admite la deuda con algunos y desconoce la de otros negros.
       Ello con el propósito de dividirlos en su lucha, poniéndolos a pelear entre ellos, como todavía se hace en nuestros días.
      En su afán de venganza, los terratenientes, encabezados por don Vicente Monserrat, repiten una y otra vez sus maniobras contra los morenos libres. Por eso, valiéndose de sus influencias convence al gobernador Unzaga, de que les quite a los curieperos la protección del procurador.
      Y como si esto fuera poco, el 23 de agosto de 1768, ordena la destitución del héroe de Curiepe, el negro José Antonio Colmenares, de su condición de capitán del pueblo, acusándolo de bandido. Es la misma medida tomada años atrás contra Juan del Rosario Blanco, Hipólito Mejía y tantos otros líderes del valle de Curiepe.
       La historia también parece repetirse del lado de los negros, porque el pueblo se indignó y comenzó de nuevo la protesta para restituir a su líder José Antonio Colmenares en su puesto de capitán del pueblo, en el cuya tenía más de 15 años.
       Y la historia continúa: nuevas agresiones y maniobras jurídicas de los blancos mantuanos son recibidas con protestas muy maduras y bien organizadas por todos los vecinos del pueblo, quienes se ven beneficiados por una real cédula de 1792, que si bien no resuelve los problemas les ayuda en su perseverante lucha por un pedazo de tierra para vivir.

LUCHAS ENTRE HERMANOS
PLEITOS ENTRE HERMANOS LOANGOS Y CRIOLLOS

       La vida social de Curiepe  durante el régimen colonial español registra algunos problemas menores, aunque muy lamentables, entre grupos familiares de negros criollos y negros llamados loangos, venidos de Curazao.
      Estas rencillas eran viejas. Pero no tuvieron mayor importancia en los primeros 20 años de existencia del pueblo, gracias al sabio y admirable liderazgo de Juan del Rosario.
      No obstante, la muerte del fundador dejó un profundo vacío de dirigencia  que muchos  se pelearon por llenar.
      Esta lucha de aspiraciones, entre dirigentes el mismo pueblo, perjudicó la paz y la armonía que había prevalecido en los años iniciales.
      Los pleitos fueron muy lastimosos entre aquellos hermanos de raza, comunes enemigos  de los blancos mantuanos, quienes más de una vez pretendieron desalojarlos de sus tierras a como diera lugar.
       Y llegó el momento: las rivalidades entre distintas familias de negros estallan en enfrentamientos de toda naturaleza.
     En 1747, el nuevo gobernador colonial de Venezuela, mariscal de campo don Luis francisco de Castellanos, comenzó a tomar medidas a favor de los loangos, para atizar el conflicto perturbando gravemente la normalidad de nuestro pueblo.
       Ese año, el gobernador destituye al negro criollo Agustín Hipólito Mejía  de su cargo de cabo de patrulla de la población y designó, en sustitución, a José Miguel Soto, negro loango curazoleño.
       Hipólito era cabo desde 1736. Desde esta posición, Hipólito cumplió un gran papel como cuando, el 17 de septiembre de ese mismo año, logró apresar un cuantioso contrabando en las bocas del río Paparo. Además, Hipólito era uno de los negros fundadores de Curiepe, un verdadero pionero en esas tierras.
      Por estas y otras razones, la decisión del gobernador Castellanos produce la inmediata protesta de los negros criollos, al verse afectados en lo que consideran un derecho histórico.
      Por lo demás, esa orden es producto de la influencia de perjudiciales comentarios hechos por los loangos. En sus calumnias acusan a los negros criollos de vagos y perturbadores de la paz del pueblo.

SE ACENTÚAN LAS DIFERENCIAS ENTRE LOS NEGROS

     De este modo, la situación de Curiepe se complica al comenzar los enfrentamientos. A tal punto que, el 8 de marzo  de 1748, un sector de negros criollos se traslada a Caracas a quejarse ante el Gobernador.
       Al llegar revelan la opresión y los atentados cometidos contra ellos e informan de muchos negros libres expulsados del pueblo. Acusan a los negros loangos de los atropellos y denuncian el apoyo que les ha dado el teniente de Justicia de los valles de Capaya y Mamporal, don José Ugarte.
       De los más importantes oponentes llegados a Caracas, destacan Antonio Francisco de la Vega, Juan Ventura Franco, Juan Andrés Arcila, Lucas Castellanos de Ibarra, Antonio Nicolás Marval, Miguel Jacinto Tirado, todos vecinos de Curiepe y poseedores de modestos cultivos de cacao.
      Manifiestan, estas personas, el acecho y la violencia de la cual fueron víctimas por parte del recién nombrado capitán, Miguel Soto y sus aliados, por lo que muchos negros criollos se vieron en la obligación de abandonar sus mujeres e hijos, hacienditas, conucos y casas de vivienda.
      Al enterarse de estas diligencias, el capitán Miguel Soto se marcha a Caracas acompañado de Andrés Perera, Luis Franco, Juan Santiago y otros loangos.
       Tan pronto llegan se dirigen al teniente de gobernador, don Miguel Aguirre del Castillo, enemigo del gobernador Castellanos, a pedirle que mantenga la orden de expulsión de los negros criollos de Curiepe y en especial de la familia de Hipólito Mejía.
       En vista del conflicto, los gobernantes coloniales ordenaron a todos los negros  (criollos y loangos) regresar a Curiepe a vivir en paz y evitar más problemas.
      En tanto, el capitán soto lo mandan a no molestar de nuevo a los criollos y en caso contrario se autoriza a éstos para que lo denuncien.
       Sin embargo, no se arregló el asunto. Ya el 5 de junio de 1748, Hipólito le escribe una carta al procurador Matamoros. En ella le comunica las serias dificultades encontradas en su regreso a Curiepe, por la rabia de Soto y su gente producto de las órdenes que le dieron en Caracas.
      Esto lo molesta más y lleva a soto y sus amigos, instigados por Aguirre del Castillo, al allanamiento de la casa de Hipólito Mejía, para detenerlo.
       El día de San Juan 24 de junio de 1748, se produce una penosa situación entre los hijos de Mejía y los de Soto, cabos del pueblo. Ese pleito se genera por una agresión contra Ventura Mejía, hijo de Hipólito, reconocido en el pueblo por su singular destreza como tamborero.
     Los hechos suceden en casa de Felipe Jacinto, cuando éste pide al cabo Miguel Curazao, hijo del capitán Soto, sacar a Ventura de su hogar, motivando insultos y un enfrentamiento entre estos negros.
       La pelea sigue en la mañana, al comenzar la santa misa en honor a San Juan, cuando de nuevo se enfrentan a las puertas de la Iglesia.
      Los días siguientes la hostilidad contra los mejía continúa de parte de los Soto, apoyados por el teniente de gobernador Aguirre del Castillo, quien manda a apresarlos. Pero los Mejía se marchan lanza en mano, río arriba.
     Como esto sucedió a espaldas del gobernador  Castellanos, éste llama la atención del teniente Aguirre e intenta establecer la paz de Curiepe.
       Sin embargo, no puede. Más adelante se presentan nuevos problemas, como el pleito de tierras cuando el capitán Soto pretende posesionarse de los terrenos propiedad del capitán Juan Carlos Marín, esposo de la única hija y heredera del fundador de Curiepe, Juan del Rosario Blanco.
      Estos inconvenientes siguen sucediendo mucho tiempo después. Aumenta así la pelea entre hermanos.

A PESAR DE TODO CRECE LA ECONOMÍA DEL PUEBLO

       Los inconvenientes sociales y políticos no impidieron a los curieperos trabajar afanosamente para vivir con dignidad.
       Con la esperanza de labrarse unas condiciones de vida decorosas, de acuerdo con las pautas de la sociedad, dedican lo mejor de sus esfuerzos al cultivo de cacao en las fértiles tierras del valle.
       La siembra de cacao no es asunto fácil para los curieperos. Desde hacía años, el monopolio del cultivo no deja de producirles problemas con los beneficiarios de ese monopolio.
      Pero los curieperos no se aminoran por esos peligros y se dedican con afán a las labores de la agricultora de cacao.
      Sus cultivos de cacao fueron de dimensiones modestas, en comparación con los de los terratenientes de Caracas, pero lo suficientemente cuidados como para sacarles algún provecho que no era del agrado de sus adversarios.
      En 1746, se concluye un censo de haciendas de cacao en la provincia de Venezuela; en él se destacan las existentes en el valle de Curiepe.
       En el referido censo se da cuenta de la existencia de 50 haciendas cacaoteras en el pueblo, si es que pudieron recibir tal denominación muchas de las modestas parcelas cultivadas.
       La mayoría eran pequeñas haciendas de 500 árboles y unas muy pocas de 1.000 o 2.000. Estos cultivos contrastan con los de algunos terratenientes en el valle de Curiepe. Por ejemplo, la de don Nicolás Tazón tenía 20.000 árboles y la de don Miguel Blanco Villegas, hijo de doña Catalina, unas 8.000 matas.
       Ni siquiera los caudillos principales de los negros disponían de haciendas grandes. La del cabo Agustín Hipólito Mejía y la de Juan Carlos Marín, esposo de la única heredera de Juan del Rosario, tan sólo reunían unos 2.000 árboles de cacao cada una.
       A pesar de disponer de las más grandes haciendas, los poderosos se dedicaron a hacer la vida imposible a los curieperos, causándoles distintos inconvenientes. Por eso, a partir del 3 de julio de1735, el gobernador don Martín de Lardizábal había prohibido perpetuamente el uso de las puertas desde Cabo Codera hasta Barcelona y vetado el uso de los caminos y veredas que condujesen al mar. Medidas como éstas fueron tomadas bajo el argumento de combatir el contrabando, pero también con el ánimo de perjudicar a los curieperos cultivadores de cacao.

LA REBELDÍA
CRECE LA REBELDIA Y DESAPARECEN LAS MILICIAS DE LOS MORENOS

       Las haciendas de cacao de los mantuanos caraqueños –en su mayoría parientes de los Blanco Villegas- rodearon las tierras del pueblo de Curiepe. A ellas se incorpora un importante contingente de esclavos que, si bien verdad, no se integraron de inmediato a la comunidad, lograron convivir e incluso establecer una colaboración mutua.
       El acercamiento entre negros esclavos  y libres se facilita por la afinidad existente entre ellos, por ser de origen africano o descendientes de los primeros portadores de diferentes culturas traídas de aquel continente.
       A esto se agregan los elementos culturales hispánicos impuestos por vía de la evangelización forzada y el aporte tomuza, pues algunos de ellos se integraron al a comunidad. Pese a ser un grupo minoritario, los tomuza tienen un conocimiento profundo de la naturaleza; enseñan la medicina natural, toponimias, técnicas agrícolas y de pesca e incluso elementos artesanales, entre préstamos culturales.
       Las festividades religiosas de la iglesia católica brindaban una oportunidad pública de encuentro e incluso incorporan a estas ceremonias música, danzas y dramatizaciones con elementos derivados de las culturas africanas. Todo esto crea el común interés de defender su derecho a la libertad.
       En repetidas oportunidades los tenientes y cabos de justicia recibieron y atendieron numerosas quejas sobre la actitud soberbia de los curieperos, cuya primacía y arrogancia se hacía sentir.
     En diversas ocasiones las autoridades denuncian a los curieperos por la utilización del pueblo como base de apoyo y escondite de esclavos cimarrones, por incomodar a los canarios y españoles que intentaban residenciarse en el lugar.
       La situación se torna más tensa, pues los curieperos se niegan a claudicar ante las ambiciones de los terratenientes y el cerco esclavista.
       A partir de 1749 la violencia toma cuerpo paralelo a la rebelión de Juan Francisco de León, se descubre un intento de alzamiento de negros preparado en Petare para los días de San Juan Bautista, con posibles ramificaciones en el Tuy y Barlovento. Las autoridades se declaran en emergencia. Se inician persecuciones, detenciones y torturas.
      Sucesos como la destrucción del cumbe del negro Guillermo Ribas, el 10 de noviembre de 1771 en el Mango de Ocoyta y las andanzas de Miguel Gerónimo Guacamaya, por más de veinte años en los montes de Barlovento, capturado en 1794, dirigieron la mira hacia Curiepe. En todos estos acontecimientos aparecen vinculados vecinos y esclavos de esta población.
      La autoridad de las Milicia de morenos Libres se verá menguada por la arremetida de los Tenientes de Justicia Mayor. En la medida en que la población crecía, los enfrentamientos se hacían frecuentes y violentos.
      En 1781 el teniente Francisco Moreno y Morante ubicó su residencia definitiva en Curiepe por ser el pueblo “de mayor extensión y ser abundante de vecinos y de otros que frecuentemente ocurren a él”.
      Además, e gobernador don Juan Guillelmi le reclama al referido teniente la necesidad de guardar el orden público, pues le habían llegado noticias de sucesos ocurridos en Higuerote y Curiepe. Para ello debía nombrar gente de reconocida lealtad, como cabos de guerra, en los sitios más importantes, sin que los designados pudiesen negarse por ser una carga concejil.

LAS AUTORIDADES APRIETAN  LA MANO  ANTE LA AMENAZA DE REBELIÓN

       La tensión social crece constantemente, ya no sólo por las fugas y las cimarroneras o cumbes en complicidad de tomuzas y negros, sino por el temor de una rebelión generalizada.
       Pese a la censura, llegan noticias de los alzamientos en La Española (Haití), Granada y Guadalupe, donde los negros arrasan a los blancos. Y se rumora la existencia de un “Código de Negros”, en el cual el rey daba libertad a los esclavos.
       En 1796, Simón Mata, moreno libre de la población, denuncia los abusos cometidos por el teniente de Justicia Mayor L. Gabriel Méndez, por “haberle detenido injustamente durante 17 días en el cepo y cobrarle 90 pesos para darle su libertad”. Alega en un documento que sólo había reprendido a su hijastra por tener vida licenciosa. Quejas similares se producen contra José Manuel Aniz y Miguel José Sanz; pero éstos refutaron las acusaciones como falsas.
       Ese mismo año de 1796, exactamente el 10 de diciembre, el fiscal de la Audiencia de Caracas, Díaz Sarabia, denuncia que los morenos libres de Curiepe, en conexión con el alzamiento de Coro (de José Caridad González y José Leonardo Chirinos), habían producido graves daños, incendios y muertes.
      No se han localizado otros documentos que verifiquen el alzamiento de 1796 en Curiepe;  quizás se trate de un simple error al extrapolar las noticias sobre una conspiración en Caucagua u otra versión interesada, como antes estratagemas tramadas contra los curieperos por los Blanco de Villegas. En todo caso, los morenos libres milicianos fueron despojados de las armas de fuego.
      En más de una oportunidad el esperado plan de insurgencia se descubre por una imprudencia. Es el caso del 17 de agosto de 1797, cuando Pedro Vidal, bajo estado de ebriedad pregona: “¡En breves días correrá aquí la sangre de los blancos!”
       El poder colonial toma medidas. Crea nuevos tenientazgos. En el caso de Curiepe, el 3 de septiembre de 1797, son separados Capaya, Mamporal y Tacarigua del partido de Curiepe y la costa de Higuerote.
       Se militariza la región con milicias traídas de Caracas y aumentan las patrullas para destruir cumbes y capturar esclavos fugados.
       En 1799 Miguel José Sanz es nombrado teniente de Justicia, en sustitución de José Manuel Aniz, asignándole de nuevo la jurisdicción sobre Capaya y Curiepe.
      Este funcionario cumplió con mucha dureza su misión y aparentemente logró pacificar el referido partido y combatió duramente el contrabando inglés. También contribuyó a delimitar la jurisdicción de la Parroquia Curiepe con la de Caruao.
 
FUENTE: PONCE LONGA, José Tomás,   (Antiguo Cronista Oficial  del Municipio Brión)
CURIEPE,  CUNA DE UNA IDENTIDAD, Cuadernos de Historia Regional, Dirección de Cultura, Gobierno del Estado Miranda, Los Teques, ¿1990?, pp. 40.
Recopilación: Adrián Monasterios. Cronista Oficial del Municipio Bolivariano de Brión.

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