Esa soledad poblacional de Barlovento durante todo ese siglo XVIII, a que antes nos referíamos, se acentuaba más por las difíciles, penosas y escasas vías de comunicación. Eran sendas escabrosas que discurrían por entre montañas ásperas, selvas, intrincadas y pluviosas, terrenos annegadizos, y quebradas y ríos abundantes. No obstante los peligros y trabajos que encerraba esa travesía, era el único camino directo que comunicaba caracas con la Provincia de Cumaná, pasando por Capaya, El Aguasal en las cercanías de higuerote, y la playa hasta Píritu.
Desde antaño era un camino traficado por los indígenas, para proveerse de sal y pescado en la costa oriental de Barlovento y en las salinas salinetas de Unare. Los españoles lo comenzaron a usar para su expansión conquistadora a Oriente, y después continuó siendo vía de tránsito para la comunicación con Píritu y Cumaná. De todas maneras, por ser un camino de poco tráfico siempre estaba en muy malas condiciones.
Por allí transitó el Prelado Don Marcos de Sobremonte, recién electo Obispo de Puerto Rico en 1677, cuando desde Caracas fue a practicar la Visita Pastoral a Cumaná y Margarita, que pertenecía a sus Diócesis. En esa ocasión había tratado de ir por mar desde La Guaira, pero se lo impidió el mal tiempo y resolvió hacerlo por la vía terrestre.
Según informaba después el Cabildo Eclesiástico de Caracas, en 1707:
“Este viaje por tierra hizo el dicho Obispo de Puerto Rico Doctor Marcos de Sobremonte, desde esta ciudad de Caracas a la de Cumaná, con las referidas penalidades, caminando obligado de ellas a pie en muchos parajes, de que enfermó y poco tiempo de su llegada murió en Cumaná”
En la época de este Informe, se estaba tratando la posibilidad de segregar la Isla de Margarita y la Provincia de Cumaná de la jurisdicción de Puerto Rico, y agregarlas a la Diócesis de Caracas. Desde 1534, aunque con algunos interregnos en que estuvieron unidos a Santo Domingo, dichos territorios estaban adscritos eclesiásticamente al Obispado de Puerto Rico, formando parte de lo que se conocía como uno de sus Anejos Ultramarinos.
Había sido una constante aspiración de los cumaneses y margariteños agregarse al Obispado de Venezuela, pero por una u otra causa siempre se malograron esos designios. En esta oportunidad comentada de 1707, también se frustraron esas pretensiones. Aún cuando las Informaciones levantadas en Cumaná fueron ampliamente favorables a esa unión, las enviadas desde Caracas por el gobernador y el Cabildo Eclesiástico, en forma inexplicable se oponían y rechazaban a ultranzas esa adscripción.
Uno de los argumentos esgrimido por el Gobernador Fernando de Rojas y Mendoza como por el Cabildo Eclesiástico, eran las dificultades y peligros de la comunicación entre Cumaná y Caracas. A los inconvenientes de esa navegación se unía, decían, que
“habiendo de hacer el Pastor viaje a Cumaná por mar, a la ida y vuelta ha de pasar precisamente por el Cabo que llaman de Codera y ensenada de Higuerote, y aquí vulgarmente ladronera, en que continuamente asisten corsarios y enemigos holandeses, ingleses y otros levantados sin que haya quien los ofenda, y sucede frecuentemente y todos los años apresarse muchas embarcaciones a la venida de la Margarita y Cumaná a La Guaira y en su torna vuelta, si no es que aciertan a lograr el beneficio de la noche para montar dicho cabo y ensenada sin ser visto”.
Aún con ser tan insegura esa navegación, conforme a la opinión de esos Informes, mucho mas riesgosa consideraban la travesía por tierra desde Caracas a Cumaná. La mencionada Relación del Cabildo Eclesiástico, no obstante abundar en exageraciones sobre los peligros de ese tránsito, puede darnos una idea de cómo era el camino en ese entonces. Es interesante conocer algunos párrafos de ese Informe, a fin de podernos asomar a esa primitiva vialidad barloventeña.
“En caso de que el Obispo de esta Diócesis de Caracas resolviera hacer viaje por tierra firme a Cumaná, concurre mas crecida distancia que por mar y aún mayores dificultades, riesgos, penalidades de caminos despoblados y además crecidos costos, respecto de que saliendo de Caracas al pueblo de Guarenas hay diez leguas, las cinco penosas que se caminan río abajo y por dentro de él, y legua y media de subidas y bajadas, a que siguen cuatro leguas de montañas altas y cerradas llenas de pantanos hasta el río de Pacayrigua, de donde para llegar al de Araira hay otras leguas de camino penoso y prosigue muy agrio de cerros, montañas quebradas y piedras, demás de tres de leguas hasta otro río que llaman Chuspita, de donde se pasan seis leguas de montaña de subida y bajada de grande penalidad, de pantanos y raíces, atolladeros y de muchos mosquitos y de zancudos y tábanos de todas especies, y que sus picaduras crían gusanos y son tan intolerables que hasta las bestias se echan el agua huyendo de ellos; sieno tan enfermos estos parajes de los vales de Capaya y Caucagua que de solo pasar por ellos ocasionan calenturas mortales, que después de llegar al río Capaya que es grande y enfadoso y se anda por dentro de él seis leguas, con la misma, molestia de mosquitos y otros que llaman angoletas, y de allí se toma y se coge una montaña de otras seis leguas, intratables por el mucho pantano y mayor penalidad de muchos mosquitos y jejenes, hasta salir a una llanura montuosa sin vuelta, que vulgarmente llaman la sabana del Oro, que tienen mas de dos leguas de travesía y de ordinario está llena de agua, y hecha dicha laguna anegada de los ríos que se vierten en ella, y da a las bestias más arriba de los pechos y pasado otro pedazo de monte molesto demás de legua, se sale a la mar cerca del Cabo Codera y ensenada de Higuerote, donde siempre hay corsarios referidos de todas naciones, y se caminan más de dos leguas hasta llegar al río Paparo, donde no se puede pasar de noche ni de día por la penalidad de tantas costas de moquitos que crían las tierras cálidas y húmedas, y por esta razón son enfermas y ocasionan calenturas; y para pasar de este río de Paparo que es grande, rápido y lleno de caimanes y que pasa por cerca de la boca de la mar son menester canoas o balsas, pasar las bestias arboladas a ellas encabrestadas unas a otras que suelen ahogarse, y es río arriesgado a suceder muchas fatalidades. Después se toma y prosigue el camino por la playa de la mar como siete leguas hasta dar con el río Tuy, que es muy caudaloso y mayor que el antecedente, y es necesario lo mismo para pasarlo y acontece en él ahogarse las bestias; dejando este río se vuelve a coger la playa de la mar y caminadas ocho o nueve leguas se llega a la laguna de Tacarigua, que es menester pasarla por los riesgos con las dichas prevenciones de los ríos, lo mismo más adelante cinco a seis leguas de mal camino en el de Vechire (Uchire) que estará bien grande y solo a tiempo suele sufrir el pasarse en bestias, y después vencidas algunas jornadas se llega al principio de la Misiones de Píritu”
En el Anuario de la Provincia de Caracas de1832 a 1833 aparecen entre otros, los Itinerarios de Caminos de los Cantones de Guarenas, Caucagua y Río Chico. El camino de Petare a Guarenas pasaba por la pulpería del Alto de la Auyama, la hacienda de Caucagüita la pulpería de Los Largos, y la hacienda de Mampote. Desde Guarenas seguía a las haciendas del río, el vecindario Barrancas, y el pueblo de Guatire. De aquí la ruta podía tomar dos direcciones: una por Quempis, vecindario La Cruz, quebrada de Cupo a Chuspita; y otro por las labranzas de Cara, Rodeo, Capayita y Reventones al mismo Chuspita. De este lugar se iba a las labranzas de Ojo de Agua, Macanillas, Quebrada Fofa o Foja, y la hacienda Acevedo hasta llegar a Capaya. Desde Chuspita había una senda que iba por Agua Fría a Caucagua; y otra que llevaba al mismo lugar por Quebrada La Cruz y río Merecure. De Capaya se iba a Curiepe pasando por el río de ese nombre y la quebrada Guaratalupe, pudiendo derivar a Tacarigua por las haciendas de Turupa. De Curiepe se iba a Chuspa y Caruao. El camino principal seguía por la Ensenada de Carenero, Ensenada de Higuerote, Aguasal, Caño Madrid y vecindario de Paparo. Por esta vía de la Playa se iba al vecindario de Garrapata, Boca Vieja del Tuy, Boca de Tacarigua, Boca Vieja, Vecindario de Machurucuto, Boca de Uchire, El Hatillo, Boca de Unare y Píritu.
FUENTE: CASTILLO LARA, Lucas Guillermo
Apuntes para la Historia Colonial de Barlovento
Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, Caracas, Nº 151,1981, pp. 724
Recopilación de: Adrián Monasterios. Cronista Oficial del Municipio Brión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario